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El Cementerio De Los Ángeles Decapitados Y El Fantasma De Pancho Villa

Decapitar a una estatua es un golpe seco, directo, que parte una piedra en pedazos y deja su cuerpo convertido en una roca con brazos y piernas. Una deformidad firme, violenta, de quien se ensaña con un símbolo de la muerte. ¿Quién podría dedicarse a decapitar y mutilar ángeles de mármol en las tumbas de un cementerio?

Decapitar el cuerpo de un hombre, aunque fuera ya fallecido, es una labor más complicada. La carne, los músculos y tendones no se quiebran con un golpe.

Hay que serrarlos, cortarlos hasta desgarrarlo todo. ¿Quién y por qué decapitó el cadáver del revolucionario mexicano Pancho Villa?

Ambos, los ángeles sin cabeza y los restos sin cráneo del llamado Centauro del Norte, el general que lideró una revolución de agricultores pobres a los que convirtió en un ejército que conquistaron todo México, aguardan en el panteón de Dolores de la ciudad de Hidalgo del Parral, en Chihuahua, una respuesta con la que encarar la eternidad enteros.

De Villa no se sabe quién decapitó su cadáver; a los ángeles se lo hizo un fanático religioso que antes les pedía a gritos que se defendieran. Todo a pocos metros.

Hidalgo del Parral, con poco más de 100.000 habitantes, es una de esas localidades del norte de México ancladas en una historia violenta que se está venciendo con dosis proporcionadas de tequila, lucha, valor y llanto.

Y es allí, en el más antiguo de todos, donde crece esta doble leyenda del Parral de un grupo de ángeles y un héroe nacional sin cabeza.

 

“La tumba se movió”

Más tarde, en 1931, las crónicas cuentan que los familiares de Villa decidieron cambiar en secreto los restos del famoso general para evitar una nueva profanación.

Hay un documento municipal que atestigua que una de sus numerosas viudas, Austreberta Rentería, pagó 12 pesos por el derecho perpetuo de la tumba de su marido. 

“La tumba de Villa se movió 100 metros.

Ésta es la tumba real donde descansan los restos del general”, explica a EL MUNDO el sepulturero del camposanto mientras señala el escondite del cadáver.

Ésta es una versión aceptada también por algunos investigadores y que también se cuenta en su museo oficial.

Según esa teoría, los restos del general que se llevaron en 1976 a Ciudad de México, al Monumento de la Revolución, corresponderían a los de una mujer.

“Se hizo un intercambio de cadáveres con una mujer que iba a Estados Unidos y falleció de cáncer y se encontró en el deteriorado ataúd botones y los restos de un rosario”, dicen los cronistas de la época.

Nada se sabe con certeza.

Todos son leyendas e historias urbanas.

https://www.elmundo.es/internacional/2016/04/27/570fb2ee268e3e4a368b4725.html

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