Leyendas de terror

 EL POZO DE LAS CADENAS 

 EL POZO DE LAS CADENAS
Existe un pueblo antiguo en México llamado Tecate, en cuyas inmediaciones se puede ver un profundo pozo de piedra que se ha vuelto célebre entre los vecinos. Todo se debe a la tenebrosa leyenda que alberga en su interior. Dicen que en los tiempos de la Revolución Mexicana, allá por el año de 1910, vivía un labrador muy humilde con su esposa en una casita cercana al pozo.
No habían podido tener hijos. Mientras el hombre se hacía cargo de trabajar la tierra, la mujer preparaba las comidas y mantenía limpia la casa.
Un día llegó a sus tierras un grupo de hombres muy sospechoso, armados y montados a caballo. El campesino supuso que serían revolucionarios que iban de paso. Como se veían cansados y sedientos los invitó a pasar a la casa, en donde su esposa les dio de comer y de beber.
El matrimonio, que estaba poco acostumbrado a tener compañía, aprovechó para preguntarles sobre las noticias que corrían allá afuera, pues hasta su humilde rancho estas nunca llegaban. Así fue como se enteraron de los pormenores de la revolución y lo que sucedía en los terrenos vecinos. Los desconocidos fueron muy amables con ellos durante la cena.
Cuando llegó la hora de dormir, los campesinos ofrecieron a sus invitados unos catres que habían armado con paja en las afueras de la casa, donde por lo menos podrían dormir a resguardo del frío.
Más tarde, en medio de la madrugada, se escuchó un grito espeluznante del que nadie se pudo percatar.
Nadie supo exactamente lo que ocurrió aquella noche. Se dice que los forajidos traicionaron a sus anfitriones para robarles todo cuanto tenían, además de querer abusar de la esposa del labrador. Cuando él intentó detenerlos, los bandidos lo ataron con unas gruesas cadenas, lo dejaron ciego y lo arrojaron al pozo para que se ahogara. Allí murió el pobre, mientras su mujer y sus pocas pertenencias desaparecían.
Desde entonces, se puede escuchar en el interior del pozo un lamento tenebroso y sonidos espeluznantes como de algo que se mueve debajo del agua. Algunos dicen que incluso han llegado a oír como alguien se desliza por las paredes de piedra, llegando a la superficie y arrastrando tras de sí unas enormes cadenas. Quienes han tenido el atrevimiento de asomarse por las noches, aseguran haber visto el rostro pálido de un sujeto con las cuencas de sus ojos vacías, que gime pidiendo ayuda y se sacude en el agua.
Es el alma en pena del campesino, que después de tanto tiempo sigue buscando a su esposa. Le cuesta moverse a falta de sus ojos y no puede desprenderse de las cadenas que aun lo atan.
Los lugareños de Tecate se han acostumbrado a su presencia y más que miedo, sienten lástima por él. A pesar de los intentos que se han hecho por ayudarle a irse en paz, el espíritu se niega a abandonar este mundo. Tal vez esté condenado a vagar para siempre, hasta que nuestra propia existencia llegue a su fin.
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