DestacadasLeyendas de terror

El Camino del Diablo

El Camino del Diablo
Carlos llevaba más de quince años recorriendo las carreteras de México y Estados Unidos. Sabía que la vida de un trailero no era fácil: largas jornadas, poco descanso y carreteras peligrosas. Pero lo que le ocurrió una noche en la carretera 57, cerca de Matehuala, lo dejó marcado para siempre.
Esa noche, transportaba un cargamento de autopartes rumbo a Monterrey. El clima estaba pesado, la neblina apenas dejaba ver más allá de unos metros. A pesar de eso, Carlos conocía la ruta como la palma de su mano.
Pasando un tramo solitario, vio a lo lejos unas luces intermitentes. Pensó que era otro camión averiado, así que redujo la velocidad. Cuando se acercó, se dio cuenta de que era una patrulla. Un hombre con uniforme le hizo señas para que se detuviera. Carlos sintió un escalofrío; en esa zona era común que los falsos retenes fueran trampas para los transportistas.
Decidió no detenerse. Aceleró y, en los espejos, vio cómo la patrulla encendía las sirenas y lo seguía. Su corazón latía con fuerza. El radio sonó de repente.
—¡No pares, compadre! ¡Sigue derecho! —dijo una voz.
Era Chuy, un colega trailero que venía unos kilómetros detrás de él.
Carlos obedeció. La patrulla lo siguió unos minutos y luego, sin previo aviso, apagó las luces y desapareció en la oscuridad.
Cuando llegó a la caseta de cobro, Carlos bajó la velocidad y vio a Chuy estacionado al lado.
—Güey, ¿qué chingados fue eso? —preguntó Carlos, todavía con el pulso acelerado.
Chuy prendió un cigarro y exhaló el humo lentamente.
—No era una patrulla, cabrón. Hace unos años, a un trailero lo bajaron en esa zona, lo mataron y dejaron su camión tirado. Desde entonces, varios compañeros han visto esa misma patrulla fantasma… persiguiendo a los que viajan solos.
Carlos tragó saliva. Miró su camión y luego la carretera.
Desde entonces, cada vez que pasaba por la 57, hacía lo mismo: aceleraba y jamás volvía la vista atrás

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba