DestacadasLeyendas de terror
Hace tiempo, cuando llegó la fiesta de Todos los Santos, el dos de noviembre, —que es cuando los muertos regresan para visitar a sus seres queridos—, hubo un señor que dijo:

Hace tiempo, cuando llegó la fiesta de Todos los Santos, el dos de noviembre, —que es cuando los muertos regresan para visitar a sus seres queridos—, hubo un señor que dijo:
—Yo no creo para nada en eso de los difuntos, me voy a trabajar como siempre. Esperaré a mi papá con una jícara de enchiladas y unas ramas de wax tierno, ya que era lo que le gustaba comer. Nomás eso le voy a poner en la ofrenda.
Y así fue. Estuvo ocupado todo el día, hasta que se hizo de noche y entonces, a lo lejos, vio que venían unas personas cantando y platicando. Todas llevaban jícaras, canastas y ollas grandes con guisados, maíz, mole, tamales y otras delicias. algunos cargaban racimos repletos de plátanos, manzanas y naranjas, otros pan de muerto, chocolate y licor.
—Pero si yo a estas personas hace años que no las veía —murmuró él, pálido.
En ese momento, vio que al final de la concurrencia venían sus padres, muy tristes. Su mamá iba cargando una jícara pequeña con enchiladas y su papá, una rama de wax. El hombre se arrepintió mucho de no haber creído y los llamó.
—¡Papá!, ¡papá! Esperen, por favor, discúlpenme. No sabía que era cierto que venían, voy a buscar una ofrenda más grande.
—Ya es tarde, hijo —le dijo su papá—, tenemos que irnos. Pero si quieres, coloca la ofrenda en el portal de la iglesia, mañana, antes de la primera misa.
El señor regresó a casa y le dijo a su esposa que matara unos puercos y pollos para preparar tamales. Toda la noche se la pasó preparando el altar, para que al día siguiente pudieran rezar por las ánimas de sus padres. Al final, le entró un cansancio enorme y se retiró a dormir un rato.
Por la mañana, sus vecinos y amigos lo enterraron, y luego comieron los tamales que había preparado la noche anterior.